
Un elogio a la actividad que está relatando, un aporte resolutivo si sabemos que llegará de buen modo, todo es útil en el reino de las personas que quieren progresar.
Verse bien tiene muchas connotaciones posibles, según la persona que lo formule y ponga en práctica.

Sentirse bien, que uno va venciendo sus escollos censurantes en la vida misma, es un estado de una armonía tal que rara vez querremos no volver a esa sensación, lo más natural que hay, de estar enamorados. De la vida o cuanto ser viviente se atraviese para hacernos presenciar tal o cual situación.

¿Qué pasa acá? De este lado hay un hombre, de 28 años recorridos, que siente que vivir es estar pleno, y se angustia cuando no adquiere o logra esos estados de plenitud necesarios y vitales para seguir creyendo que vale la pena dar batalla.
Ver la vida como un continuo campo de batalla también es un embole, es tan sólo entender la lucha de fuerzas como algo que se da naturalmente, la prevalencia de una fuerza por sobre otra, el cruce de energías que se potencian e irradian más luz, y desde ahí nacen los vínculos más desarrollados. Desde el interés por saber más del otro. No desde el fabricarse una situación social donde dos personas interactúen lo máximo posible con el entorno y casi ni se cambien palabras.

Momento. No te valentonés con tu verba medida a través de la escritura. Apenas si sabés de qué la jugás vos, el ojo para graduar lo que observás del otro lado recién lo dará el tiempo, el período de ablande propio de toda relación que pretende avanzar.
Ya sabemos que no hay un lugar al cual llegar, ni un destino fijo que seguir.
Nadie obliga a nadie a hacer nada y lo que se hace es entablar diálogo desde la buena voluntad de conocer más al otro, de saber qué lo trae por acá, a este mundo.
El resto, más de uno sabe lo que pasará, pero nunca es uno solo, se necesitan desde dos a más personas para construir una historia, un relato, un proceso.
Tiempo al tiempo.


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