
Porque dejar que se acontezcan los hechos es la mejor manera de estar seguros de lo que pasa.

Si de sangre somos y a la larga buscamos trascender los problemas y resultar lo más felices posibles, es cuestión de dejar que suceda, lo que tenga que aparecer.

Ahí reside la razón por la cual no es de cuestionar el dejar librado a la interpretación del momento lo que ocurrirá.
Será lo que deba ser, y sino no será nada.