miércoles, 21 de octubre de 2009

Dime de qué hablas y te diré a dónde llegas

Las personas siempre ocupan su cabeza con algo. Cada cual elige con qué llenar su espacio temporoemocional, y será de lo cual se nutran, para procesar la vida con ese sentido, el que les ocupa el mayor tiempo, de lo que más hablan, lo que les importa.
Y la verdad que no paro de escuchar ridiculeces.

Están quienes hablan de política local como si supieran realmente de qué se trata, se creen informados, cuando lo único que hacen es leer o ver lo que dicen otros, llenarse de veredictos parciales, operaciones intencionadas, y sepultar las tareas que tan difícilmente realizan quienes están verdaderamente interesados en hacer progresar la política nacional. Lo cual no quiere decir que coincidamos con ellos, pero seguramente, no tenemos idea de las vicisitudes por las que tiene que pasar el gobernante para imponer su visión.

Es fácil hablar criticando, y no hablo de ideologías, sino de concreciones. Todo lo que se haga tiene una veta cuestionable, pero ¿importa realmente? La opinión pública está manipulada, orientada, dirigida a que se considere malo todo acto de realización que se emprenda. Me molesta, y defiendo a todo político que se cuestione. Nadie sabe lo que vive ese hombre. Sea Kirchner, Macri o el gobernador de turno. Dejemos hacer.

Otros, eligen hablar de lo mal que está el país, ocupar su tiempo en insistir en que así no llegamos a nada. ¿Cómo se llegará si afirmamos continuamente lo contrario? El cultivo de la mentalidad pobrista es lo que lleva a la Argentina a no tener futuro. ¿Caben dudas que el asistencialismo no saca de la pobreza a nadie? Modalidad de conservar seguidores con el modelo de país que nos impusieron. Si te imponen algo, ¿vale más decir lo que no te gusta o la manera de desterrar esa modalidad?

Muchos eligen hacer oídos sordos a la realidad que nos aqueja y prefieren hablar de sus cosas, lo que les perturba la posibilidad de crecer. Nuevamente, foco en lo desacertado. Y lamentablemente abunda en esta ciudad la gente que por disconformidad elige sacar su veta quejosa. El taxista es el espécimen más claro en este aspecto, donde combinando su ira callejera y la escucha de Radio 10, con sus versiones populares y disonantes, creen ser nacionalistas al dejar claro todo lo que funciona mal. ¿Acaso cambiará por el sólo hecho de enumerarlo? Inteligencia mal entendida, falsa intelectualidad, con la idea de pensarse superiores por tener argumentos para decir que todo es imperfecto.

No los tolero, y siempre hay que decir algo, por lo que elijo guardarme, para preservarme, para no rivalizar sin sentido. Total, ellos no sabrán corregir su rumbo –poco les interesa cambiar-, y yo no pretendo que todos se focalicen en lo concretable, lo amplio y abierto que es el mundo para llevar adelante lo que deseamos.

¿Deseará esa gente algo? Apenas reclamar, saberse insatisfechos y seguir así sus días. Aspiro a algo más, que primero no me marquen la agenda los faltantes, lo que resta, lo que tira para atrás; y segundo, crecer, progresar, idear, generar, y mandar a la puta que los parió a todos los argentinos que piensan que diciendo lo que no les gusta cambiarán las cosas.

¿Algo tiene sentido? Entonces accioná para que eso se lleve a cabo, sino seguí quejándote pero no molestes ni cuestiones a los que sí buscamos superarnos día a día.
Desde ya, muchas gracias.

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