jueves, 23 de diciembre de 2010

Consumismo consumista

En este período de inpace, donde todo parece suspenderse en el tiempo, y la gente busca en qué hacer circular su deseo de apropiación y de tener lo que no tienen, de conseguir algo que no se va a regalar, pero que van a oler y escabiar, comer y fornicar sin clemencia, a no ser que la inocencia haga escarcha, sino hay garche, y un parche saca otro comino, fornido, conmino, consumismo, con sumiso.

El vino, los dulces, la carga calórica como castigo por pertenecer al hemisferio donde no hace frío, sino mucho calor, humedad, densidad térmica, mientras uno tiene que vestirse de papá Noel, con barba y panza, otros se mandan atracones de comidas que espantan, pero el que no embucha, a la ducha, si no es mucha, no escucha, si la creencia le gana a la inercia de sentirse satisfecho, y no que aprovecho y me mando un.

Al final, la tercera opción, la que viene a poner un manto, un dejo de paz entre los polos, es la que conforma y altera la posibilidad de usurpación. Es la que va a salir validada por la valedera condición.
Tiempos electos, tiempos selectos, el consumismo no es más que un botón, un extracto del rebaño, que a nadie amortigua de tener que vérselas con su voz.
La Tierra llama e invita a ser sin reparos, que mientras haya agua y comida, algo nuevo surgirá hacer.
Un placer, volver a nacer, por ser, y el que consume, que sume, su, me.

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