lunes, 4 de marzo de 2013

Del leer y el escribir, según Nietzsche

De todo lo escrito yo amo sólo aquello que alguien escribe con su sangre. Escribe tú con sangre, y te darás cuenta de que la sangre es espíritu. No es cosa fácil el comprender la sangre ajena: yo odio a los ociosos que leen. Quien conoce al lector no hace ya nada por el lector. Un siglo de lectores todavía y hasta el espíritu olerá mal (…) Quien escribe con sangre y en forma de sentencias, ése no quiere ser leído, sino aprendido de memoria. En las montañas el camino más corto es el que va de cumbre a cumbre; mas para ello tienes que tener piernas largas. Cumbres deben ser las sentencias; y aquellos a quienes se habla, hombres altos y robustos. El aire ligero y puro, el peligro cercano y el espíritu lleno de una alegre maldad, estas cosas se avienen bien. Quiero tener duendes a mi alrededor, pues soy valeroso. El valor que ahuyenta los fantasmas se crea sus propios duendes, el valor quiere reír.

Yo ya no tengo sentimientos en común con vosotros: esa nube que veo por debajo de mi, esa negrura y pesadez de que me río, cabalmente esa es vuestra nube tempestuosa. Vosotros miráis hacia arriba cuando deseáis elevación. Y yo miro hacia abajo, porque estoy elevado. ¿Quién de vosotros puede a la vez reír y estar elevado? Quien asciende a las montañas más altas se ríe de todas las tragedias, de las del teatro y de las de la vida. Valerosos, despreocupados, irónicos, violentos, así nos quiere la sabiduría: es una mujer y ama siempre únicamente a un guerrero.

Vosotros me decís: “la vida es difícil de llevar”. Mas ¿para que tendríais vuestro orgullo por las montañas y vuestra resignación por las tardes? La vida es difícil de llevar; ¡no me os pongáis tan delicados! Todos nosotros somos guapos, borricos y pollinas de carga. ¿Qué tenemos nosotros en común con el capullo de la rosa, que tiembla porque tiene encima de su cuerpo una gota de rocío? Es verdad: nosotros amamos la vida no porque estemos habituados a vivir, sino porque estamos habituados a amar. Siempre hay algo de demencia en el amor. Pero siempre hay también algo de razón en la demencia. Y también a mí, que soy bueno con la vida, paréceme que quienes más saben de felicidad son las mariposas y las burbujas de jabón, y todo lo que entre los hombres es de su misma especie. Ver revolotear esas almitas ligeras, locas, encantadoras, volubles, eso hace llorar y cantar a Zaratustra. Yo no creería más que en un dios que supiese bailar. Y cuando vi a mi demonio lo encontré serio, grave, profundo, solemne: era el espíritu de la pesadez. Él hace caer a todas las cosas. No con la cólera, sino con la risa se mata. ¡Adelante, matemos el espíritu de la pesadez! He aprendido a andar: desde entonces me dedico a correr. He aprendido a volar: desde entonces no quiero ser empujado para moverme de un sitio. Ahora soy ligero, ahora vuelo, ahora me veo a mí mismo por debajo de mí, ahora un dios baila por medio de mí”.
Así habló Zaratustra.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...