lunes, 30 de agosto de 2010

Ponele ganas, ponele amor

Todo lo que hagamos, sea la tarea más rutinaria y supuestamente aburrida, como la que más nos excita, descoloca y sorprende, requiere de -o se ve favorecido si se le da- entrega y ganas de que salga bien, con ese toque especial que, sabemos, podemos darle.

Ponele ganas, a lo que hagas. Toda decisión se sustenta más en cómo encaremos a posteriori lo asumido como verdad que en la decisión en sí. El acto de ejecutar pasos es mera consecuencia del modo en que nos tomamos lo que se hace presente ante nuestros ojos.

All we need is love. Es la forma de obtener siempre los mejores beneficios de la instancia que estemos atravesando, sea dura, densa, luminosa o creativa.

¿El placer de verse no debería estar dado por las ganas y la efervescencia latente en el cuerpo? Apenas si el pensamiento juega su parte, desde el placentero lado del que está del mismo que uno, que se hace carne por la irremediabilidad del hecho.

Consumo y prodigo en lujo, el que se vaya de pista será un dichoso, de saberse fuerte en la rompiente, de saber que pasó agua bajo ese puente. Y no es por moderado que aprenderás a saciarte en vida, si prima el quedado antes que el osado no habrá gloria en la pena ni quien escuche la voz del que sostiene, Pereyra, total no hay historia que se teja sin tu realización.

¿Habla más de lo que lo aqueja o de lo que quiere y hace? Hace falta juntarse más a los segundos, porque son los que no tienen nada que soslayar del mal ajeno y reparan más en la propia voluntad de consecución y sentimiento de amistad y empatía por los mensajes de la vida misma, los que le hacen el amor a las cosas.

Menos cosas y más fozas, para dar por la borda con lo que molesta. Más personas con las que entablar en sintonía, más situaciones que dejen ver lo que hay por delante, y no que reparen tanto en lo que ya pasó.
A otra cosa mariposa. La prosa pesada, el cultivo de lo marchito, la incitación a lo que ya caducó, no me reflejan ni me sientan. Me pruebo el traje que voy a llevar.

jueves, 26 de agosto de 2010

Las paces

Hacer las paces con el mundo y el entorno es un acto que lleva tiempo, dedicación, perseverancia y una actitud positiva y de aceptación en gran medida.

Hacer las paces implica entender que no hay enemigos que se opongan a nuestra realización más que los fantasmas personales que no nos dejan ver lo cobijante que puede ser el afuera cuando por dentro estamos en armonía y fluyendo, no según lo que pretendemos que sea, sino como el exterior nos muestra que circula la energía.

Hacer las paces es entender que hay que abocarse a leer las circunstancias que se nos ofrecen sin mayores resistencias, dándole la bienvenida a lo que se ofrece y permitiendo que circule sin obturaciones. Generalmente imaginarias, las mismas.

También vale comprender que no todo se presenta color de rosa, y por más optimismo que se tenga se harán presentes obstáculos inevitables y esperables, sólo que en paz con lo que nos rodea podremos actuar de modo tal que dejemos fluir el evento que se hace carne en formato problema y que avizora su solución inminente.

Haciendo las paces con el mundo es el único modo de comprender que el sistema problema/solución no es dañino, sino productivo y nos conduce a la boca del túnel para ver la luz al final del camino. Y luego volveremos a atravesar túneles y dilemas, de la talla que estemos dispuestos a hacerle frente en esta nueva oportunidad, porque de eso se trata el proceso de crecimiento.


En paz, lo oscuro se tiñe de lumínico, lo que era grande e irresoluble se desintegra en partes y pasos a dar, concretos, constantes, plenos de enseñanzas para nuestro aprendizaje, y aún así no nos sacan de la paz con la que, sabemos, podemos y debemos abordarlos. Es ni más ni menos que lo que nos toca en suerte.
Haciendo las paces, la suerte es un hecho que está de nuestro lado, porque siempre estamos favorecidos por la dicha de estar donde tenemos que estar.

martes, 24 de agosto de 2010

Un sueño despierto (parte II)

Aparezco durmiendo, en la esquina junto al baño de un patio de comidas. Camino entre desconcertado y cuidando mis pertenencias que quedaban atrás en el colchón, tras pensar que nadie lo tocaría porque no van a tocar en los andrajos de un linyera que recién se levanta, sigo caminando hasta el patio central.
Un techo todo de vidrio, tipo una bola de Epcot o el Planetario, y las mesas las habían corrido todas para poder sentarse en el suelo y ver una pantalla gigante que les mostraba “los resultados”.
Se estaban enterando, como quienes miran la final de un mundial de fútbol, cómo iba la reunión en la que había estado espiando.
Ellos eran los que seguían el cabeza a cabeza en las estadísticas publicadas con la fuerza de la comunicación mediática para todo oído que se preste. Y el mundo estaba ahí, consumiendo en vivo y en directo lo que allí pasaba.


Me despabilé al toque. Ofuscado, me dije que les transmitiría a todos lo que vi.
Me paré frente a la pantalla, como quien tapa la tele del living familiar para llamar la atención y anunciar algo.
Mi figura abarcaba lo mismo que dos o 3 pixels de la pantalla en su totalidad, me sentía un punto en el planeta mismo.
“Gente, vengo de estar ahí, no van a decidir nada, están hablando temas teóricos y de buena verba pero no conducentes, no quieren llegar a un acuerdo, no es lo que les interesa”, llegué a esbozar, para arrancar y sentirme encolumnado con la verdad que venía a revelarles.
Silencio por un rato en los que llegaron a escucharme sin micrófono alguno en semejante espacio envolvente. Vuelta al ruedo con el grito del conductor de turno que anuncia un “giro de los Estados Unidos (del Rïo de la Plata, de América, de Latinoamérica, del planeta tierra) en su diplomacia en la búsqueda del cambio y el bien común”.
Me indigno. Apelo a lo más llamativo que podría hacer para no perder la atención que se empieza a dispersar nuevamente. Y me pongo en bolas y a gritar.
La gente se queda mirando entre indignada y atenta y les explico que allá adentro, las autoridades del mundo están reunidas, pero no iba a salir nada relevante de allí, porque no tenían interés que eso pasara. Que el cambio tenía que venir de cada uno.
Se nublan. Nuevamente paso a integrar la nada, el espacio fantasmagórico en donde estamos en el lugar pero sólo para ser contemplado, analizado, desgranado, sin intervenir, por más que gritemos, lloremos o pataleemos.
Estas afuera.

Y de entre la neblina, las caras nubladas como todo un desfasaje de televisión para no saber quién se oculta detrás de esa imagen, sale una figura más nítida. De una gran funda neblinosa que ocupaba el llano, se empezó a desprender como una oruga al querer ser mariposa, una persona que me invitaba a olvidarme de lo que les estaba queriendo mostrar a la teleplatea, al espectador, a la audiencia, y que saliéramos a correr alrededor, a los saltos, en movimiento ascendente, sin darnos cuenta, como una espiral, que supera la instancia relevante del más acá que vive en su día a día la gente, que les ocupa y hasta preocupa, pero los aísla de eso que está más allá, y que no todos quieren enterarse.
Si todos vivieran a conciencia no existiría el mundo de la industria armamentista, ni la farmacéutica, ni infinidad de cosas pensadas para protegerse del mal, pero no es del mundo de los imposibles que quiero hablarte, para eso buscaré otra rima.
En lo concreto, te saliste de entre la multitud a hacerme olvidar por un rato el interés por transmitir lo que pienso y creo, apenas si me dijiste “vení, vamos” y te largaste a volar, a ver si te seguía, estirando tu mano, invitando a ir.
Y ahí se acabó. Se fue. Más que como un final feliz, de esos que la cámara sube y se pierde en una imprecisión, fue como un apagón, de esos que sorprenden en el momento menos oportuno y hace que ya estemos pensando dónde hay velas o alguna luz con la cual iluminarnos.
A ver qué toca ahora.
Acá estamos, poniendo la carita, a la cruel realidad.
 

domingo, 22 de agosto de 2010

Un sueño despierto (parte I)

Me levanto y estoy en un cuarto, grande, imponente, donde se reunirían los jefes de gobierno y militares de todos los países del mundo. Mesa semiredonda, con ramificaciones que daban espacio a todos, como los rayos de un sol. Y se hacen presentes los líderes.
Cada uno estaba representado por un hombre con la vestimenta oficial, medallas en su chaqueta y al lado una bala que los acompaña, cuyo tamaño decide la Potencia de cada país para hablar y hacer valer su opinión. Van pasando, miran los cartelitos de sus respectivos Estados y toman asiento.

Cada cual habla en su idioma, y parecen entenderse los unos a los otros, con la salvedad de que no llegan a un acuerdo jamás. Se paran, algunos muestran más sus dotes armamentísticos, otros se refugian en la lógica y el sentido común, pero la cuestión es que no se pensaban poner de acuerdo en lo que habían llegado a decirse.
Las baterías, energías disponibles de cada país del planeta, podían ya verse en pantalla, algunos con low battery tras haber hablado mucho sin conseguir adeptos, otros que al tener más grande su bala simbólica se creían con más vehemencia que tenían más peso de opinión.

Ahí me paro, y trato llamarles la atención. Hacer mi aporte, mi granito de arena.
Pero no me ven. Siguen hablando, me convierto en un fantasma que pulula por la oficina hecha mega estudio de producción de mundo, donde parecía que se decidía el destino del planeta, pero no se estaba hablando de nada serio.

- ¡Acá no van a decidir nada! –empecé a gritar como un desaforado, mientras me creía arrastrado por guardias de seguridad que me impedían decirlo y la verdad es que nadie me veía, directamente. Era transparente.

Me saqué. Creía entender que entre lo que esa gente muy bien vestida se dijeran no cambiaría nada, no es que se estaba jugando las vidas de nadie.
Y ahí, en esa creencia, se apaga todo.
Negro.

(Continuará)

jueves, 19 de agosto de 2010

Paciencia y conciencia

Todo lo que va, vuelve.
El dominio sin posesión, la búsqueda de la inevitable y natural elección de caminos, y acompasar sin necesariamente verse involucrado. Despacito que nadie apura.

Todo lo que sirva para crear conciencia es bienvenido. Lo que aporte al esquema de trabajo personal es lo que terminará consolidándose en afirmación y ganas de ir por la instancia siguiente.

Revolución creativa de limpieza de casa para dejar feliz a quien nos recibió. Nuevamente, constatación de que en el HACER está la respuesta al problema que haya.
El plano activo despierta las energías dormidas, las que se dejan morir marchitosamente, hasta que alguien elije desempolvarlas y darle luz, darlas a luz.
Somos un constante cambio, una evolución, un tomar y dejar continuo en fluidez recíproca que permita sacar lo mejor de sí.
A medida que nos refugiamos menos en la certidumbre de lo ya recorrido, más daremos rienda suelta a la multiplicidad de eventos posibles.


Digo lo que pienso, trato de hacer lo que quiero, y debo lo que no pago. Pago con mi presencia, y desaliento al que la juega de callado, no será ningún tarado, ni dotado de sangre sin venas. Da pena, lo siento, ¿necesitará escarmiento?

¿A qué le temés? ¿Qué te da pavor y miedo a enfrentarlo? Al reconocerse conducto no hay otra vía que la conciencia para clarificar y brindar clemencia. La paciencia nunca se acabó.

domingo, 15 de agosto de 2010

Alternativa, sin vueltas

Me hago cargo y asumo la forma que tiene. Le doy vueltas a lo mismo o voy para adelante con la calidad y soltura del que entregó y se consolida en tren de acción. Los hay irresueltos y con ganas de seguir dándole vueltas. Los habemos también clarificados, que siempre querremos seguir creciendo, por obra natural del proceso de co-creación.

Aquietar las aguas, parar el carro, sirve para personas tan activas como uno, para distinguir el horizonte y darse cuenta en pausa hacia dónde volver a apuntar los cañones.
Aprender a encarar la vida con parsimonia es de suma necesidad para seguir divisando horizontes promisorios.
El que practica el amor incondicional debe conocerse para no dar por demás sin que nos lo hayan pedido ni deseado. Sin premura.
Las palabras ayudan a que nos entendamos más fácil, o rápido diría, porque acelera el proceso comunicativo, lo cual no significa que lo mejora, apenas si lo acelera. Nos entendemos velozmente, y punto.
Aprender a distender las instancias de pretensión es vital para que transcurra lo que deba sin que importe el pensamiento, lo elucubrado por la mente, sin que ésta tenga que importar más que lo necesario y momentáneo.


¿Voy pensando o sintiendo? Disiento si es que digo, y no miento. El escarmiento va y viene y no doy alternativa al que pueda darle cabida. ¿Sin intrigas, qué sería?
¿Me animo a ser canal o me tiro para atrás? El resguardo es para los que pierden materia en no reconocerse espíritu y alma. EL que quiera que sea franco. EL que no se anima, se murió.


viernes, 13 de agosto de 2010

Es lo que es, o soy lo que soy

Viernes, ¡guau! No escribí en toda la semana. Es que acá, en Buenos Aires, el sobreestímulo potencia los sentidos, y uno pasa a sentir que no le da el tiempo para hacer lo que querría.
Falsa ilusión, el tiempo es el que es y el acelere personal es el que hace creer que no alcanza, cuando en realidad es el disponible, y ya. Uno elije en qué darle uso, sabiendo buscar el equilibrio entre las tareas y los ratos de descanso.

Mirar un árbol puede recargar de energías para después salir a buscar lo pretendido. Lo entendido, de que no es medido, sino dirimido, entre ciertas verdades y eventos naturales.
Lo que tenga que ser, será, y lo que queramos hacer y “no dio el tiempo” es un invento intelectual propio del que le da ganas de concretar mucho pero los recursos son los que son y las herramientas con las que se cuenta son las que nos permitirán aprovechar más o menos el momento.

El tiempo transcurre y nos invita a pasar, a gustar del instante en que acontece lo que debería, que no obliga sino que da paso a lo posterior.

TIMES ARE CHANGING

El deseo de control mutó por deseo de acción, de generar para ver cambios y devenir en múltiples personalidades y descubrir nuevo universo, humano, cálido, desrigidizado.
Mushmellow.
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