Qué lleva a los hombres a elegir a La mujer que lo acompañará, cómo mínimo en un largo período de sus días, y hasta a planear proyectos inabarcables si no fuera por la fuerza que los dos deben ponerle. Sea un crío, una convivencia en cuatro paredes, libres de tiempo o con las exigencias laborales a flor de piel. Las que uno mismo se genera, cada cual en su metier.
El tener que respetar la convención de que casarse, o noviar, es exclusividad comprada nunca me convenció. Más bien optaría por aportarle algo a la relación que mantenga una llamita siempre encendida, a pesar de los obstáculos que deberá pasar.

Estar presente. Esencial para saber decidir por el camino indicado. Que también siempre circunda un momento de nuestras vidas. Nunca nos dijeron que iremos cambiando con el tiempo, pero es lo que pasa, y de esas sensaciones dependerá a quién queramos como compañera de emociones. Hay períodos en que el amor de un amigo puede ser más contenedor que el imperio de una hembra que sepa calmar este constante deseo de más.
Yo agarro para acá, ¿vos? O uy, ¿te puedo acompañar?, parece ser la propuesta continua para quien se digne a soportarnos buen tiempo del día, de las horas, con quien se nos haga una celebración el vivir y encarar nuevas metas y soluciones posibles. Acompasar. Ser el relajo del otro, distender las intenciones y dejar paso a las sensaciones.
Por sólo integrar parte de un reino que nos será imposible habitar, el de la femineidad, el consabido sexo opuesto, la mujer, pertenece a esa escala de valores que nos parecen ajenos y nos producen deseo a la vez. Por distante, por complementario.