


Me quedé pensando, no es malintencionado siempre que venga de alguien que ve el mundo como un sinfín de posibilidades. Todas se abren al campo de examinación, e indagar en ellas nos provoca alegría.
La exageración es una actitud para el afuera, el remedio provisorio de aquel que no tiene superado el “qué dirán” pero quiere transmitirle la mejor de las energías positivas a quien le comparta una idea.
Sirve exagerar. Permite llevar el foco a la situación extrema de imaginación de una cosa. Es peligroso exagerar, si llegamos a creernos que ese pensamiento fantasioso es un hecho. Y también si nuestro interlocutor cree como verídico todo lo que afirmemos.


Es decir, es preferible serlo que estar limitado al campo de lo conciente y tangible.
Ahora bien, hay que saber cuándo se está aplicando para poder desactivar la bola exagerativa cuando ya podría ser mal interpretada o guiada hacia el camino de la negatividad. Exagerar los aspectos negativos sería la peor autosentencia posible.
Esperemos lograr el equilibrio eternamente ansiado.
Y lo digo sin exagerar. Haciendo el intento.
