miércoles, 18 de noviembre de 2009

El sabor del encuentro


La celebración que provoca la unión de personas es algo que siempre me llamó particularmente la atención, desde chico. Me refiero a varias que confluyen en un punto en común, sólo con la finalidad de festejar, celebrarse, brindar por quién sabe qué motivo. También la que generan dos cuerpos deseosos, pero no es de lo que me quiero ocupar en este caso. Acaso, ¿no es hermoso ver a una pareja en la calle en pleno cachondeo? ¿O meterse en las caras al momento preciso de estar uniendo sus bocas? Esa sería la unidad de medida de esto a lo que quiero referirme.




El primer recuerdo que tengo de esta felicidad que me generaba ver a seres en interacción conjunta es de cuando tenía 8 o 10 años. Los fines de semana mis padres eligieron que fuéramos a un country, de gente en su mayoría de la colectividad judía –que, digámoslo, en esto de los festejos y celebraciones con todas las pompas entienden mucho- y los sábados a la noche era una fija el encuentro de los adultos en una casa, que iba rotando, y donde cada cual caía con algo. Una torta, vinos, comida –que también los judíos sacan ventaja en el rubro culinario-, la cuestión era generar esa bella sensación de Gran Banquete Gran. Todavía me resuenan las risotadas y ese momento de sobremesa donde cada cual estando ya pipón-pipón, y algunos entonados, se la pasaban contando anécdotas muy dicharacheramente.

Me acuerdo que los chicos comíamos en otra mesa, junto a la de nuestros padres, y después salíamos a correr y armar lío por ahí, sabiendo que ellos estaban pasándola de maravillas y que cuando el sueño nos invadiera podríamos volver, para descansar y arrancar temprano al día siguiente. Recuerdo el instante de dormirme plácidamente, normalmente en algún sillón, entre escuchando y entrando en ese mundo onírico, con las risas de fondo. O si habían pasado al living, ya para tomar el cafecito, con la cabeza en el regazo de papá o mamá y vibrando junto a las voces de ellos mientras no dejaban de charlar. Son cosas que no se borran.



El encuentro de varias almas con ganas de festejarse en un espacio, la idea de aportar entre todos a un gran banquete, un pozo común, a traer lo que les apetezca para, en conjunto, darle cabida, hacerle los honores, es de por sí tentadora.

La sensación de abundancia y colaboración conjunta, donde normalmente las mujeres se encargan de las ensaladas, el dueño de casa del asado, y los hombres que van cayendo al baile lo rodean y le hacen refill continuo del vaso de vino que lo acompaña junto a la parrilla. Placer, puro placer al servicio de la alegría en comunidad.

Todo eso, y el estar, de alguna manera, conformando –o pasando a integrar- una comunidad de gente que se comunica por esta vía virtual, y que a muchos –sino la mayoría- no los conocemos en persona y aún así nos intercambiamos comentarios sobre lo escrito por el otro, me hicieron confluir en una idea que pienso poner en práctica. Al menos hacer el intento, sacarla a la luz y ver qué sale. Es una convocatoria abierta a que nos juntemos, a celebrar, esta comunidad de blogueros expresivos que somos, a brindar sin motivos, o con varios, por la llegada del fin de año, por permitirnos este ida y vuelta incesante en formato de letras tipeadas, por abrir sin parar y llenarnos de emoción al ver que tenemos comments que responder, o lo que fuere.



Es por eso que abro el juego y la invitación a juntarnos el sábado 5 de diciembre, por la noche –en lugar a determinar, surgirá- todos los que quieran y se plieguen a esta idea. Y quedo a la espera de sus apoyos, nuevas propuestas, y sobre todo confirmación de asistencia, o lo que sea que tenga que surgir. Así, sin neurosis, lo lanzo al cyberespacio y veremos qué resuena.

Mi aporte es proponerlo y hacer este flyer de aquí abajo, para que lo puedan hacer circular en sus respectivos blogs. La condición de asistencia es tener un blog donde la expresión fluya. El resto, se irá viendo.
¿Quién da más?

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