Un luchador, una persona que se las rebusca para que las cosas se hagan como las cree convenientes. Un batallador del día a día, alguien que se enfrenta al presente con la misma esencia que los luchadores sociales de cualquier época. Pero luchadores en serio, los que salen favorecidos de cada contienda a la que se le animaron. Y favorecidos no es triunfadores necesariamente, es fortalecido, con experiencia adquirida.
A veces, soldado que se retira, sirve para otra batalla; otras, se cae en combate, y unas tantas se consigue lo deseado. Arremeter o esperar a la retaguardia, formas, maneras de hacer y ser.
Esta música de Alberto Kuselman, Guerrero de los Andes, me llegó de manos de un duende trabajador que conocí en Humahuaca, Jujuy.
Me estaba haciendo pis, y él se entretenía escuchando esto mientras hacía trabajo de herrería en un banco de la biblioteca/comedor/centro comunitario Tupaj Katari. Le pedí usar el baño. No tenía -regué la huerta- pero nos quedamos charlando un buen rato, mientras seguía con su actividad.
Un guerrero es un trabajador de la propia realidad. El que le hace frente a lo que haya delante, de la manera más pacífica y amorosa posible, y sin doblegar el deseo ni la intención.
Un guerrero entrenado sabe que no siempre la flecha da en el blanco, que hay que apuntar a otro lado porque en su recorrido de puntería hace un arco de trayectoria, y se desvía.
El desvío es un modo de llegar al mismo destino por la vía indirecta, sea un atajo o un hecho que se presenta para hacer aprender algo en el camino. Cada contienda se renueva.
Y vuelve a intentar.