Amar es entregarse de brazos abiertos, es entender que no hay red debajo, es dejarse llevar y ver qué ocurre con el cuerpo que vibra en sintonía junto a nosotros.
Animarse a amar es algo reservado para los que están abiertos en el momento preciso para transitar lo que tenga que ocurrir en ese devenir cargado de incertidumbres e intensidades. ¿Alguien puede afirmar o estar seguro de lo que seguirá ocurriendo en ese proceso de amar?
Aún así, es la entrega constante, incesante, incalculada, no controlada, la que permite que los cuerpos se expresen sin necesidad de análisis ni conjeturas.
Es ahí donde se reproduce lo insignificante y trascendente del amar sin condiciones. El resto, quién lo sabe. ¿Alguien conoce de certezas en la entrega inagotable de amor y buenas vibraciones?
El invierno va dejando paso a la primavera, y los corazones se abren en su expresión tropical y centrada en el buen sentir, en el buen compartir, en la entrega incondicional.
Se verá qué deviene, entre tanta apertura.
Nada sale mal en esta sintonía.