Es la senda por la que atraviesa el crecimiento personal como consecuencia de las actividades específicas que estemos haciendo para conseguir avances. En ese sinfín de desenvolturas que se suceden, donde muchas veces es difícil distinguir mejoras inmediatas, por detrás hay procesos, cicatrizaciones, que se van plasmando, y que en ocasiones logramos ver una vez sanado.

Atrás de escena, en la cocina del pensamiento se está calentando ese caldo que nos permitirá dar el salto de calidad buscado. Los cambios significativos no sólo necesitan tiempo, sino perseverancia, confiar en que buscándole una y otra vuelta no estamos siendo unos neuróticos empedernidos, sino que estamos ayudando a que se ablande, abriéndole paso a lo nuevo, para volver a intentar al otro día, con otra conciencia sobre la misma situación.
Una vez leí que las revoluciones son conservadoras. No sé si será tan así, pero capto la esencia de lo que se refiere. A que si se quiere cambiar algo tan estructural, sustancial para una o un grupo de personas, hay que relajarse en que los resultados aparecen al entregarse a la idea de que no es un acto inmediato el que genera dicho cambio, más bien una constante insistencia y dedicación, sabiendo que no es ya que veremos la revolución personal concretada, pero sin perder de vista que está ocurriendo, por la vía indirecta, todo aquello que anhelamos y buscamos diariamente. Sólo que estamos tan concentrados en el presente, en que ocurra ya, que a veces la ansiedad nos gana y pensamos que no se está logrando.
Paciencia, y confianza, por la vía indirecta los hechos están mutando para generar la gran revolución. Cuando menos hagamos hincapié, nos sorprenderemos viviendo ya en el deseado cambio, se habrán cruzado esos dos carriles que son la realidad misma y la indirecta, y estaremos gozando de la conquista.
Relajarse en que esta vía existe es el primer paso para animarse a persistir en el intento. Indirectamente, muchas veces, nos llega lo esperado. Se desanuda el escollo, y la felicidad del logro nos invade.