viernes, 10 de julio de 2009

La postergación y los ideales

Postergar algo o un acto es dejar para después la recompensa que implicaría la acción a llevar a cabo.
Según el caso, puede reportar un beneficio inmediato, la postergación misma, y de allí el ansia por llevarla adelante, así como también pesar y culpa si lo que se dejó para luego era necesario hacerlo.

Postergar nos da la certeza de que luego habrá algo por hacer, pero si se deja mucho en stand by se marchita, se pudre el acto a ejecutar.

Lo ideal sería adquirir un equilibrio entre la exigencia interna de tener que hacer de todo y la vagancia de quien se permite postergar lo que quiera escudándose en la libertad, un valor que se consigue y no se exige, que se busca y no se levanta bandera de derecho.
Se es lo libre que se quiere/puede en el momento.

Por lo que toda dilatación de acción es necesariamente un dejar para mañana, lo que podría haber sido hoy. Mucha potencialidad no expresada.
Mucha postergación es como coleccionar baldes con agua y dejarlos reposar por días y semanas, acaparando la atención de los dengues, y cuanta peste ande suelta. Es querer pescarse la enfermedad que pulule.

Dejar de postergar lo que siempre se quiso hacer, expresar los propios ideales en hechos, en acciones, es vital para que no se pudran los valores que guían nuestra mirada subjetiva del mundo, sino que se conviertan, muten y se regeneren hasta satisfacernos a grados tales que se construyan en pilares del propio vivir.

Ya no postergando, ni idealizando, sino ideando.

“el temor a realizar una tarea consume
más tiempo y energía que la tarea en sí”
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