miércoles, 31 de marzo de 2010

Cordial y no displicente

La cordialidad suele ser bien recibida por parte de personas que no conocemos y que esperan una respuesta inmediata que se adecúe a sus intenciones.
Sobre utilizada, la cordialidad, puede ser interpretada por el que ya nos frecuenta como una muestra de debilidad, y por ende conducida con intencionalidad hacia su molino.
En esos casos hay que saber distinguir la situación y cortarla con un repentino arranque que nos vuelva a posicionar en la disyuntiva de saberse hacedor y no por eso menos condescendiente con la entrega a lo que ocurre.


Todos esperan cordialidad, el tema es saber comunicarlo y darlo a entender para que el accionar acorde nos lleve al plano de elevación que proyecta la propia personalidad al permitirse ser cordial más allá de las circunstancias que fomentan la competencia y el encontronazo sin razón de ser.

Ser en la consistencia de saberse pleno de obrar como nos viene en ganas. Al sabernos cordiales, todo fluye en la sintonía correspondiente. Sin hincar el diente, la pendiente se hace menos negligente y se disfruta de la gente, que por más que ofrezca resistencia es lo que pide sin clemencia, ser bien tratados y poder expresar.

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