
Según cómo nos sintamos sabremos nivelar esa balanza, entre lo público y lo privado. También depende del grado de madurez alcanzado, dado que los extremos siempre son negativos.

El progreso consta de equilibrar los polos que todos atravesamos al querer comprender una situación. Luego, la decisión debe basarse en el deseo motor, aquello que nos lleva hacia adelante, con un envión que nos hace olvidarnos de todo lo analizado y proceder. Ahí las barreras de lo público y lo privado se desvanecen, porque es una realidad inventada aquella, que apenas nos ayuda a categorizar.
A veces estaremos más dispuestos a sacar al afuera, otras más a guardarlo, quizás para ventilarlo después, tal vez nunca. A la larga sale, con otra forma, más masticado.
Bueno, suficiente, voy a apretar publicar. ¿Y si me lo quiero guardar sin publicar cómo se llamaría: privar?