Acuñé esta acepción, extraña en principio, en un curso de filosofía que se llamaba “Moral para gente que quiere vivir”. Allí, basado en un libro de unos psicólogos argentinos que viven en Canadá, Liendo y Gear, cuyo nombre es “Hacia el cumplimiento del deseo”, se le da una vuelta de tuerca al tema y la comparto, mechando algunas apreciaciones personales.


Nada más falso, a la larga eso se convierte en un boomerang que nos da en la sien, porque aquel que se deja afuera de su estructura de producción de felicidad, de algún modo está tapando algo, escondiendo la basura debajo de la alfombra.
El punto es aceptar que todos accionan en pos de su beneficio, pero eso no implica perjudicar a otro necesariamente. El altruismo inteligentemente recíproco trae la idea de que en la interacción, dos personas pueden buscar el bien común, mutuo, recíproco. Ambos, en su proyecto personal trascienden hacia lo mejor de sí mismos.
Desde mi perspectiva, el altruismo inteligentemente recíproco es posible, siempre que no forcemos el intercambio, siempre que surja de ambas partes el interés y se quiera llegar a mismo destino.
La posibilidad se percibe en el intercambio, y afloran las oportunidades a fuerza de persistencia y perseverancia. El resto es circo, o los fantasmas internos de cada cual, que me encargo de eludirlos lo que sea necesario para que se le pueda dar paso a la concreción.
Muchos quieren dominar, yo ahora me entrego a predominar, en opinión, y a pasos certeros voy a ejecutar mi plan. Que tampoco es tal, porque va mutando a medida que se avanza.
Por último, de aquel libro de Liendo y Gear, extraigo otra definición de la FELICIDAD que me sienta bien: “Depende de que el deseo, consciente e inconsciente, sea cumplido. Y de que el sujeto y su ambiente posean la competencia intelectual, emocional, instrumental y física como para resolver los problemas, para superar los obstáculos que plantea el cumplimiento de cualquier deseo”.
