miércoles, 23 de diciembre de 2009

Escribir y expresar, mis actos de supervivencia


Mi blog no neurótico ayer cumplió año, su primero de existencia. Me embarga, en principio la alegría de haberlo mantenido en el tiempo, de haberme animado a sacar a la luz algo que en su comienzo no tenía forma y fue tomando volumen dejando que se sucediera lo que quería hacerse presente. Como el vivir mismo, sólo que en el medio escrito había una reticencia particular, quizás porque sabía y me creo que por ahí va una gran parte de mis venideras actividades y emprendimientos.

Escribo desde que el mundo empezó a sobrepasar mi claridad conceptual básica, desde que el enfrentar situaciones de adolescencia me dejaban la cabeza latiendo de ideas confusas y mezcladas por el ánimo cambiante. Allí, decidí empezar a contarle al papel algo de todo eso que me aquejaba para ver si bajado en formato tinta y firuletes con significado podía adquirir consistencia lo que me daba vueltas incesantemente. Y así fue.



Escribir lo siento como un acto liberador, de entrega, de comprensión del propio mundo. Es dejar que del menjunje mental salga lo que prima, lo que se prioriza en su supremacía de recorrer todo el interior de mi cuerpo, desde la sien, para pasar raudamente por el corazón, seguir su trayecto por los brazos –que en inglés se dicen arms, muy cercano a armas- y sale por las manos y los dedos para unirse a la herramienta que tenga eventualmente a mano para, en sus movimientos ascendentes y descendentes, dibujar las letras que representan lo que ando queriendo expresar.



Será por eso que me gusta escribir con pluma. Una vez, flasheé que eran mis dedos los que sacaban la tinta que me permitía escribir. Como sea, el acto de escritura es una extensión corporal que nos permite dejar asentado aquello que sino, por la velocidad en la que se suceden los pensamientos, sigue de largo. Es interceptar lo relevante y que después quede, para poder ser releído y, ahora descubro, compartido para ver qué resuena en otros.
Durante mucho tiempo mis cuadernos Rivadavia decía que eran mi terapeuta II. Dos porque fue en la misma época en que empecé a ir al psicólogo, y se ve que había abundante material para sacar afuera lo que ocurría adentro.
Tuve períodos de pelea con mis escritos donde, creía, salía en forma de prosa vacía, simplista desde mi modo rebelde de verlo. Todo era –y es- necesario que se exprese.



Por eso elegí llamar No Neurosis al espacio que a fines de 2008 me decidí a abrir. Porque la escritura me ayuda a sacar ese lado, que conservo como un ideal de vida, y como tal asumidamente inalcanzable, pero no por eso menos buscable. Fomento y pregono esa práctica, en mi y quienes me rodeen, porque intentar actuar de forma no neurótica en la ciudad en la que vivo, donde la interacción es incesante y mucha gente vive en el sufrimiento y la congoja, si no en la queja, el enojo y la desazón, es una tarea titánica. Es una lucha sin cuartel que no pienso abandonar, porque a fuerza de dedicación, lo que estemos buscando se hace materia.



La no neurosis es mi consigna de vida para que los proyectos y propuestas que encare salgan con la liviandad que ameritan, para no estar atado a ningún sistema perverso, para que al dar a conocer lo que me parece, sabiendo recibir las devoluciones del caso, pueda darle consistencia a la propia opinión sobre el tema que me embargue. Es el mecanismo que seleccioné entre los tantos que me invadían para que el mundo tenga el molde que yo quiera darle.

Y que venga lo que tenga que ser, hacerse cargo, porque al ser así de vehemente y sin mucho filtro (un poco no viene mal a veces) los comentarios vuelven con la misma intensidad. Habrá quienes no se bancan esta construcción tan a la vista de todos, pero hay más que me devuelven su buena onda y resonancia del momento.





Animarse a sacar y expresar también enseña que ni uno ni el otro deben ser tomados con tanta importancia. Y no es que minimizo la devolución, faltaba más, pero entiendo que tanto el elogio como la crítica son algo que le pertenece a aquel que lo dice y por algo siente necesidad de hacerla. Yo sólo apunto a crear comunidad de interesados en la reciprocidad, obviamente que les guste lo que hago, para así compartir la imperiosa búsqueda que todos llevamos adelante –sin distinción- de vivir cada día un poco mejor.

Y este blog, con su volumen adquirido, ya expresa eso, mi mundo, mi modo de entenderlo y sacarlo a la luz, no perdiendo de vista el eje central de la escritura, que alguna vez me transmitió un amigo existencial, y que comparto 100% tras hacerlo carne: hay que priorizar la CANTIDAD por sobre la CALIDAD para que salga lo que andamos buscando. ¡Vaya si es así!



Habrá escritos mejores y peores, más claros y directos, y otros con rebusques intrincados y subliminalidad neurótica escondida. No importa, la perfección no existe y hay que seguir recorriendo el camino que marcan los renglones grises que alinean el propio pulso y nos hacen dar vuelta la página con una intempestividad pasmosa, no sea cosa que se nos vaya aquello que estábamos queriendo transmitir.

Y una vez que desagotamos, que vemos las hojas llenas de palabras, muy comunicativas y con la sensación de realización por haber podido dejarlo plasmado, sí, ahí sí, salir con esa efusividad al mundo, a contárselo, o reposar, en la tranquilidad del deber cumplido.

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