La identificación con un emblema, una institución, algo que nos represente, cualquier cosa que haga que en conjunto, en grupo, vibremos por una pasión compartida.

No siempre se trata de victorias. Se puede sentir identificación con la derrota, en el caso de algunos que eligen sufrir, pero la base, la esencia, es que más de uno resuene en dicha coincidencia.
Un equipo, una banda, un partido político, un estrato social, una religión, todo es válido a la hora de sentirse un semejante y lograr la bien habida pertenencia.
Es una búsqueda grupal e inconsciente que todos generamos con el afán de sentirnos uno con el otro, parte de un punto en común que nos haga escapar a la sensación solitaria de tener que encarar la propia vida sin sostén social.
No hay persona que no persiga dicho fin en algún momento de su vida, si no en todos. IDENTIDAD, cobijo en la idea de que somos uno en el todo, de que podemos festejar con un objetivo común, de que el sufrimiento es compartido, o la idea de identificación que nos embargue.

E inevitablemente se me viene una canción de cancha que refleja esta sensación extrema: “El Rojo es mi pasión / locura en mi corazón / que no puedo parar / y no hay manera de explicar / la vuelta vamos a dar / y todos vamos a festejar / nosotros en el tablón / y ustedes con el corazón / vamos Independiente que tenemos que ganar”. Vale repasar lo que se entona en una cancha -mi identidad primaria, dado que mi viejo me llevó desde que tengo 4 años- que está lleno de sentimiento profundo (obviando las puteadas y agresiones que se mechan, de más está decir).

El punto es que, si repasamos, cada cual tiene su identidad. Un logro, un sustento, que día a día veo que genera lazos. Lo necesario para vivir, como cada cual quiera.