El estrés es una psicosomatización de estos tiempos posmodernos, que se expresa en saturación mental con sus consecuentes malas decisiones y procederes.
Sentirse estresado es saberse colmado, del ritmo y la vorágine que intenta carcomernos diariamente o, sin persecución posible, apenas si se hace eco de nuestro accionar y nos deja librados a la suerte del que nos encontremos, regalados, entregados a la ejecución ajena.
Dejar pasar al estrés, que se apodere de nosotros, es darle paso a las acciones dañinas, permitir que se asiente en nuestros cerebros y que se vea representado en el cuerpo con forma de dejadez, y en la cabeza como acelere incesante que no nos permite percatarnos del camino que nos llevaría a la liberación del problema para que se desenrede por sus propios medios.
El estrés es una patología, es tensión consumada en clave de hartazgo, que no nos deja concentrarnos en lo que deberíamos, para dejar que lo que nos produce el malestar se reproduzca incesantemente y nos haga dar vueltas sobre el mismo esquema de saciedad, tan sólo para propagar ese dispare interior que no nos deja estar tranquilos, que nos fuerza a sentir cada hecho con un tremendismo estremecedor, y que no habrá forma de salirse de lo que no queremos vivir más.
El estresado está regalado a lo que aparezca, no se permite ver que su decisión es la que prevalece y lo guía en lo venidero. El estrés hace que pensemos que no hay resolución a lo que nos aqueja, sino que el mal-estar, el mal accionar, hará que todo se apodere de lo que acontece. El estrés no brinda perspectiva, el estrés quita visión.
Preservarse del estrés implica no involucrarse con los hechos a grado tal que nos hagan creer que somos parte, sino que hay que tomar la distancia oportuna para saber tomar decisiones sin que la situación nos domine y nos deje determinar por dónde seguir sin que el hecho desencadenante sea obturante, sino tomado apenas como un mensaje que nos hace virar el timón y agarrar para el otro lado.
Sin estrés, será asimilable, y podremos saber por dónde va el desenredo de la madeja del error.