
Comprate una vida, me repito, te repito, y me hago eco de lo que me diste a entender. No creo ser merecedor de esa condición, soy un ser que expresa lo que puede y le da el fuste, y vos superaste mis posibilidades. Hago lo que me apetece, pero al conocerte te adivino la jugada con medio año de anticipación…
Suficiente. El colmo llega a rebalsar el vaso cuando ya estamos fuera de las expectativas y aún así das en el blanco de lo que me hiere y ¿se supone que no debo darme por enterado?

Pocas personas llegaron a conocerme tanto. ¿Acaso tu percepción falla a grado tal de no darse cuenta de cuales son mis posibilidades, limitaciones y condiciones sin equa non?
Lástima, te lo perdiste, me lo perdí yo también, pero sé hasta dónde dar y cuándo dedicarme a ver qué vuelve. No sos consecuente con tus dichos, ni con tus palabras fáciles y pueriles. Entusiasmás, generás bataola, para después lavarte las manos y creerte impune. No es de ahora, cada cual reitera y se repite en sus karmas hasta que logra comprenderlos e intenta trascenderlo, superar su instancia terrenal.
Vos parece ser que ni te planteás esas cuestiones. Como si la vida se regalase a tu único entendimiento, y tejés fantasías como creer fuerte y admirable a quien no lo es, todo para que se condiga con tus intenciones.
Eso no es ser, tampoco es ser persona, eso es adecuarse convenientemente a lo que se ofrece. Supero la instancia de quien no piensa en el otro más que lo que le es preferible. Esos sujetos no merecen ni siquiera mi atención.