
El frustrado es un ser de temer porque andará desparramando la mierda que lleva guardada dentro por no haber podido consumar lo que se propuso en idea.
Sentirse frustrado lleva a un innegable estado de tristeza, que si el frustrado en cuestión elije tapar o no darle paso terminará por atosigar su inconciente y verse representado en ira, seguramente hacia sus seres queridos, que son los únicos dispuestos a escucharlo o darle cabida a su inestable y desgraciada forma de actuar.
El frustrado cree tener razón suficiente para agredir y no logra darse cuenta que cuanto más tarde en llevar a cabo su motivo de frustración, más despotricará contra lo que encuentre como excusa para decantar su malestar.

Abundan los frustrados que se la agarran con lo primero que encuentran a mano en la Gran ciudad, hábitat ideal para distraerse con cualquier motivo de queja con tal de no dar con el verdadero motivo de indignación, la incapacidad propia y la decepción que les produce su improductividad consagrada.