Mielda, (me reservo el nombre de la persona a la cual fue dirigido)
Me pediste que te explique qué hizo que me saturara de vos y tu forma de comportarte conmigo. La verdad que al hablar entramos en una bola difícil de desarmar, así que elijo este medio que es el que mejor me sale expresarme.
Para mi una amistad es ayudar a construir al otro algo que lo cope, mutuamente, estar presente, prestar un oído cuando se necesita.
En Octubre del año pasado, en que empezaste a construir tu idea de trabajo y de hacer tu “comunidad” te transmití que te estabas comportando de una manera que no me vibraba bien. A veces, hacerle daño a alguien no implica algún accionar concreto, sino dejarlo afuera de toda proyección conjunta, incluso cosas que en pleno apogeo de la relación se hablaron. No prestarle atención a las necesidades y búsquedas del otro, habiéndolo conocido e indagado en él durante años anteriores, no prestarle atención a sus manifestaciones de desagrado, y haciéndole el vacío emocional contando siempre primero tu pesar por encima de lo que te planteaba es algo denigrante, Mielda.
Te repito, que tengas grandes cantidades de personas a quienes recurrir cuando estás peleado con alguien no cambia lo que pasa con esa persona, tenés que darle bola en algún momento, siempre que te interese como ser. ¿Querés hechos concretos?
Pienso en el momento en que me viniste con el planteo de que no podía cobrarte por actualizar tu sitio, pienso en cuando tu mamá jugó con la posibilidad de hacer algo y me llamó y averiguó y me fletó. Pienso en esa “sociedad” rara que quisiste hacer con mi hermana mientras vos desalojabas Roseti y que fuera lo que Dios quiera.
Lo mismo que te dije en su momento te lo digo ahora, si querés que algo se afiance tenés que estar presente, darle tu impronta, porque sino se cae. Vale para tu empresa, y ahora lo repienso para nuestro vínculo.
Para mi, cuando se habla de la posibilidad de vivir juntos en comunidad, cuando se entusiasman mutuamente dos personas en construir algo, no es como salvataje ni manotazo de ahogado, es algo que puede pasar. Te escuché decir que faltaba convencer al tercero, creeme que lo dijiste…
Comportarse en forma parca, no queriendo abrir tu mundo más, no motivando nada nuevo con el otro, y no sólo eso, sino tirando sólo tus pálidas, cosa que el otro –o sea, yo- no pueda tampoco aportar, tiene un límite.
Pienso en tu proceder en Rosario, pienso en tus palabras depresivas en mi cumpleaños y que después de hablar mucho dijiste que te gustó la charla que tuvimos. ¿Para qué? Para que siga estando todo igual.
La intuición y el ver por qué carril ibas no era algo que me costara. ¿Y vos interesarte por lo que a mi me pasaba? Bien, gracias. No paraste de conjeturar acorde a lo que querías ver. Que estás fuerte, que venís bien con el laburo… No inventes más según tu conveniencia, me cansé.
Querer a alguien implica cuidarlo, y tenerlo en cuenta. Si no está incluido en nada, si no te nace comunicarte con esa persona para saber cómo está, no me jodas, no te interesa.
Que me devuelvas siempre lo que te digo duplicado para aplacar mis ímpetus puede servir mucho para una estrategia de negociación, pero para afianzar relación no sirve para nada.
Entendeme, estoy triste –aparte de enojado- y no hay manera que interactuando ahora pueda mostrarte un dejo de sentimiento porque tu modo desinteresado de comportarte saca de mi sólo el enojo. Hay mucho que en este tiempo no viste ni acompañaste, entonces toda conclusión es precipitada.
Y trato de dejar de lado lo máximo posible la victimización, tan característica de las familias que nos circundan. Es dolor. Dolor de saber que lo construido y planificado se viene abajo porque al señorito le pinta en ganas hacer otra, que en nada me incluye. El mazazo fue saber -o confirmar- que no tenés la capacidad de escucha mínima para saber qué le pasa al otro. Mientras entre en tu esfera de interés y lo puedas embaucar con tus entusiastas palabras todo va para adelante. Cuando te cansás o tenés bien captado al otro empezás con tu proceder sutil de desalojarlo de tu interés y círculo cercano, hasta que te deja de interesar. Incluso, te irrita (eso dijiste). Chau, lo borrás de un plumazo, y que se fije el otro, que se supone tiene menos contención, cómo se arregla.
Sí, voy actuando por la vida construyendo con las pocas herramientas disponibles, y si alguien habla de hermandad, de que uno es de las personas más importantes de su vida, si se habla de armar una convivencia conjunta, de ayudarnos a crecer, yo al menos me lo creo y me pliego si eso es lo que te digo.
Después, bancarse un vacío rotundo, un desinterés y desvalorización constante, una caída en el lugar común de que “no es una pareja” la amistad, a mi, me da náuseas.
Me irrita, me enerva verte tan campante, porque ya tenés otras cosas que proyectar. Si pensás que es sólo conmigo, analizalo bien, Mielda, porque creí que estábamos en el mismo tren de querer crecer y no a costa de los demás.
¿Yo mezclo al no actuar incondicionalmente ya por no querer renovar tu registro de sitio? Vos no mezclaste al incluir a mi hermana en tus planes que iban directo a lo que está pasando ahora. Vos no te mandás una cagada atroz al no seguir teniéndome en los planes -e incluso ocultármelo- de gente que puede vivir armoniosamente con ustedes cuando está hace tiempo penando en un diminuto ambiente. No importa. Sé lo que tengo y lo que pienso tener, y lo conseguiré a mi modo.
Pienso en la charla que tanto te “gustó” en el restaurant chino, y pienso en tu “no tengo más nada copado para darte” continuo e incesante. Ahora yo tampoco lo tengo para vos. Hacé tu vida y fijate si este comportamiento se repite. Conmigo llegó a su fin. Me saturó, sin por eso dejar de afectarme.
Mi vida sigue en las mismas creencias, en tratar de afirmar lo que es y no lo que podría ser o haber sido si vino de parte de alguien que no sabe ver lo que le ofrecí. Mi forma de ser tiene sus defectos, lo sé, pero no es comportándose como lo hiciste que ayudás al cambio. Y ni siquiera buscaste o intentaste eso. Apenas si te abriste olímpicamente. Listo, ahora se concretó y consumó. No pretendas que siga dando a alguien que hace tiempo bajó sus persianas. Es apenas actuar acorde para no seguir sufriendo y poder dar vuelta la página.
Que te resulte, quizás sea así que hay que comportarse. Lo pienso descubrir por mí mismo. Sé feliz, y tené en cuenta más que nunca lo que te escribí en la pared de la cocina de Roseti alguna vez, en aquellos tiempos felices. Lo creo fervientemente.
Y si no es para compartir y abrir el juego, ahorrate las palabras. Ya no te creo.
(esto fue lo escrito en la pared que menciono en la carta, que continúa aquí...)
Y acá un gran video, símbolo de la amistad y el amor incondicional, que tomé prestado del blog del Petardo Contreras: