viernes, 15 de enero de 2010

Qué infancia tuviste


Ayer anduve de paseo con mi sobrino de 15 meses por el Museo de los Niños del Abasto y me invadieron recuerdos. El lugar es una recreación en formato para chicos de cada lugar u objeto que compone una ciudad: el super, el banco, el fast food, la tele, la radio, el consultorio médico, el correo, hasta la aduana -sí, sponsoreado por la AFIP-, la cancha, el diario, el auto, el avión, el colectivo, y otros tantos.



La ciudad a escala les enseña a habituarse a lo que tendrán que atravezar por su cuenta de más grandes. Dante la pasó de maravillas, sobre todo manejando todo volante que encontrara y cuando chapuseamos en el pelotero juntos. Y por la noche se me vinieron a la mente las imágenes de aquellos pequeños detalles que formaron mi infancia y adolescencia. Los sutiles, los ínfimos, los que con el tiempo recordamos y se nos viene una sonrisa a la cara.



Mac Giver, Maxwell Smart, los Thundercats, los Bicivoladores, Indiana Jones, marcaron mi niñez y por ende mis pensamientos.
La idea de resolver todo con lo mínimo indispensable, el hombre de bien que parecía ingenuo por momentos pero siempre se salía con la suya en el superagente 86 de Control, los dibujos animados con He-man, los gemelos fantásticos, y los poderes de los hombres gato, Don Gato y su pandilla o las jugadas kilométricas de los Supercampeones. Recuerdos imborrables, de tiempos memorables.


El Chavo del Ocho y las variantes de CH (Chespirito, Chapatín, Chómpiras, Chimoltrufia, Chilindrina, y hasta la Chiquitolina y el chipote chillón).
Las aventuras viajeras de Indiana y los paragüitas de chocolate del kiosco, los Jack, los media hora, los chicles en tira, los Jirafa, los Peta Zeta, los Yummy más adelante, y los Guaymallén en cantidad, con los Topolino, los helados Patalín, y los Sugus en diversos formatos, con los muñecos de cabeza negra que daban miedo, la pantera rosa, y la bananita Dolca, los Biznike nevados, los Cabsha, bocaditos, mentitas.


Las revistas del Pato Donald de Oro, Isidoro Cañones -por recuerdos de mi viejo-, toda revista de Ediciones de Mente, y la de Enigmas luego, con acertijos a resolver, no de crucigrama.
Cultura y más cultura, que ingresó por los sentidos ampliados del ser niño.


En jueguitos, los de táctica o aventura, los manager o sims en todas sus variables, los Super Mario, el Prince of Persia, novelas mexicanas de noche con mi hermana, tipo Marimar, o Celeste siempre celeste, con Andrea del Boca y alguna que otra de Arnaldo André. Luego, Montaña Rusa, Grande pá, Jugate conmigo. ¿Juegos? el Desconfío, el Mafia, Tute, el Teg, el Operación, el Juego de la Vida. El Simon, los Cazafantasmas, el mano-paleta con la pelotita de tenis en el frontón de la escuela, las figuritas de Italia 90 y sus distintos torneos de fútbol, con el chupi como juego de recreo, y el consabido grito de ¡pelinovuelve! Las Basurita, el Mikimoco, el Tikitaka, las Mielcitas, el Naranjú, y los helados de Yogurt o Jimmy hechos en casa. ¡La pileta en la colonia de Ferro!

Todo nos va formando como futuras personas grandes, nos moldea. Cada cual tiene su museo de objetos y recuerdos. Ustedes, ¿qué infancia tuvieron?



 



 



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