La unión hace la fuerza, cualquiera sea el motivo que convoque a un grupo de personas a unirse, buscar un factor de consolidación de alianza

Miércoles 12 de mayo, frente a la Catedral de B.A., 17.50 hs.
Veo la jefatura de Gobierno, también el Obelisco. Un auto de lujo espera a que salga quién sabe quién. ¿Macri? A las 6 en punto se retira se ve.

Es el momento del día que más me agrada. Empieza a hacerse de noche pero no lo es. Las luces de las oficinas se comienzan a encender, la gente sale con cara de preocupación de sus trabajos y va con premura a tomarse lo necesario para volver a sus hogares.

Y pienso en los que habitan esta urbe. Detrás del Obelisco, de fondo de la Diagonal, el cielo luce un intercalado de celestes y rosas.
Quiero adquirir mi cámara para sacar imágenes de lo que quiera.
Todo va avanzando a su tiempo, y puedo elegir esperar o desesperar. Lo veo al ritmo alentesido del que contempla una urgencia que no le pertenece, y participa sin miramientos de esta ecuación.
Decidí bajar el ritmo vertiginoso y dedicarme a ver. Se hace de noche, pero aún es de día. La gente sale despavorida de donde está. Se ve que en que no esperan que el semáforo los habilite a cruzar y se sumergen de cabeza en el subte o en los colectivos que van pasando.

Veo de fondo el Obelisco y el cielo entre celeste y rosa que se va apagando. Un chico habla por celular y sonríe y otro va caracúlico con destino incierto.
¿Cómo harán para que la llama de la Catedral se mantenga siempre encendida?
El auto que espera en la puerta de jefatura de Gobierno está hace media hora y sigue esperando. ¿Al jefe? ¿No conviene que hasta que lo vaya a buscar espere en otro lado? ¿Me importa?

Ayer hablé mucho con un amigo vuelto de vivir 4 meses en Brasil de la producción económica y me pregunto si actuaría como la convencionalidad si lograra tener un flujo considerable de dinero.
¿Hago lo necesario para conseguirlo? ¿Se dará con tan sólo proponérselo?

“Salvum fac populum tum” reza un lado de la Catedral Metropolitana. Mi abuelo decía que significaba que salvo Dios, el pueblo es un tonto. Formas de verlo. De entenderlo.
Cuánta foto saca la gente de los monumentos históricos. Y acá estoy rodeado de ellos, por los 4 costados. A dos cuadras está el colegio que habité por 5 años de mi vida. De los 12 a los 17. Una edad dura, donde todo adolecía, de dolencia y adolescencia. ¿O me vino más tarde a mi?
Vino, eso tomo, con Coca-cola, en una botella de agua mineral. Debo retomar una actividad física que me ponga más en movimiento corporal y me haga bajar la panza. La activación promueve más realización.
Cada cual con su mambo.
En la puerta de la Catedral alguien pide limosna. Otro corre agitado por llegar, vaya a saber a dónde. Y una mujer con su hija miran con cara de excesiva intriga lo que están construyendo en la avenida.

Todo decanta, se produce y activa según la propia necesidad y voluntad de dar y recibir.
Adivinarlo, sentirlo, en cuerpo y alma, es mi indagación incesante.
Hay que dedicarle tiempo y energías a ser político en este país de insatisfechos incesantes y producción de pobreza. Si algún altruista llega a tomar las riendas, no tienen más que avisarlo correctamente, comunicarlo a su equipo de seguidores y, como decía la publicidad de Tofy: "todo puede ser mejor, si sabemos dar, lo que llevamos dentro, vamos a cambiar el mundo"