o si empezar a ejecutar según la propia perspectiva,
por más incierta que sea.
Careta
Hay instancias de la vida en donde ciertas situaciones no se pueden definir con palabras del vocabulario convencional. En esos momentos, para dar con la sensación o el ánimo, suelo –en conjunto o solo- buscarle un nombre que dé con ella.

Ser un careta se refiere a las personas que eligen evitar directamente aquello que es preferible hablar y desactivar. Ocultan el verdadero motivo de incomodidad y tratan de salir airosos del momento sin importar si queda resuelto el escollo o no.
Caretearla, actuar como un careta, es no tener claro el rumbo y, por temor, no acceder a resolverlo con los que se comparte el instante mismo de resolución.
El careta se preserva y si no le tocan el rancho piensa que sale victorioso. Tiene su castillitos de arena montado y guay de que se lo soplen. Elige actuar con las cartas ocultas y, de ser posible, que nadie se percate de su modus operandi.

El caretaje es aquello que ocurre en lugares donde la apariencia le gana a las personas y su forma de ser. Lo auténtico queda enterrado para darle paso a la superficial actitud del que cree que eso le permite salir sin heridas de lo que está viviendo. Nada más lejano. La vida termina cobrándose su parte a la larga con el careta porque no puede pasar desapercibida su forma de comportarse y hacerle frente a lo que se le presenta.
Dejar careta a alguien se refiere a otra cosa, a las instancias donde uno queda anonadado ante lo que está haciendo el otro. No lo tenía previsto, lo shockea, lo hace rescatarse y caer en que la persona que estaba acompañándolo en el viaje no es más que una pantomima ilusoria y no comparte códigos ni perspectivas existenciales del vivir.

Se cae, sin dudas, pero porque su sustento no está avalado en el compartir sino en que no se note su proceder, porque así tendría oposición o argumentación contraria, y eso no está dispuesto a soportarlo.
El careta es, claramente, el opuesto al modo de proceder liviano y desinteresado. Está auto-observándose constantemente, y si algo toca la esfera que supera su micro-burbuja elige obviarlo.

El caretaje elijo distinguirlo y mantenerlo bien lejos, porque una vez que se entra no hay retorno. Es cíclico y hasta pasa desapercibido para aquel que se comporta así. Piensa que está en la claridad del que no tiene nada más por recibir del afuera, o que le hace daño todo lo que quieran aportarle. Esa coraza de caretaje termina convirtiéndolo en un insensible a los eventos inciertos y cruciales de activación que toda vida sobre rieles de realización requiere.
El careta prefiere ocuparse sólo de él y no darse cuenta –o hacerse el boludo olímpicamente- ante lo que le sucede al otro, porque esa situación lo supera o elige no darle cabida, quién sabe por qué juego engañoso de su cabecita, que no le deja ver la cosmicidad y energías generando sinergia necesarias para ampliar voluntades y promover un proyecto conjunto. Sea una charla tan sólo o un evento más significativo.

Así, lo que es, aunque no esté del todo claro, definitivamente, aparecerá.