Ahora esperando. Hacer las cosas con tiempo permite ver situaciones que sino en la urgencia se escapan. Es como que te hacés un lugar para lo no contemplado. O para contemplar, justamente.
Ser ejecutor y quedado a la vez permite aventurarse en fantasías propias del iluso que cree que todo cambia de un día al otro, y también sé que no es verdaderamente así.
Puedo cambiar de perspectiva, de enfoque, pero será igual de dificultoso.
Como que puedo divisar lo sucesorio y esporádico de todo.
La trascendencia se hace efímera y banal al darme cuenta que es para que pase ahora y, luego, se desintegra en el éter.
Si uno está volando, comparte la sintonía con ese éter airoso que pide que pasemos al otro lado y nos da un envión de realización.
La lucha del ego es de por vida. El querer que prevalezca uno por sobre el planteo del otro parece ser que se hace consistente más allá del espacio de comunicación.
Siempre sobresale algo por contraposición a lo otro… Son las ganas de hacerse notar más sobre el otro que quiere imponerse. Una cosa reemplaza a la siguiente, y a dar paso y lugar a lo que se despierte.
Hay eventos, momentos, circunstancias que todos percibimos como fijadas por el destino, que ya estaban escritas en algún lado, y lo que uno hace es sólo mirar lo que se desenvuelve en los hechos para respetar lo destinado a suceder. Predestinado.