Elixir de los manjares de la dulce y terrena pasión. Todo listo para almorzar. Lo acompaño con un rico Norton clásico. Deleite y a ver qué depara el rapto de inspiración divina. D’il vino.
Me alimento y hago el amor con el vino. Le doy un beso a la copa, me repito. Y leo este maravilloso libro que habla sobre el proceso de creación.
“Es posible descubrir que, a pesar de la inmensidad y perfección de su estado de ser, la Conciencia Absoluta se da cuenta de que está sola. Esta Soledad encuentra su expresión en un inmenso anhelo de tener compañía, comunicar y compartir, una especie de Anhelo Divino”
“La fuerza más poderosa que se halla detrás de toda la creación se describe en este caso como una necesidad del principio creador de dar y recibir Amor”.
El Amor es lo único que todo lo puede. Es la expresión de la realidad subjetiva hacia el afuera, el compartir instancias de plenitud y abundancia con un ser que percibimos recíproco.
Amar es darse a conocer sin barreras, es dejar que el alma exprese su condición de divinidad y que no haya condicionamientos estériles que veden el paso del continuo fluir expresivo.
Amar es querer. Querer es dejar que suceda, algo que no controlamos, que dejamos que acontezca.
Si te sentís mal, la respuesta rara vez suele estar afuera. La lluvia y el guardarme sin salir me lo terminan demostrando. Siempre la Naturaleza que se expresa y me hace reflexionar.
No hay sentires absolutos, son pasajeros en trance con voluntad de dar más. Se los veda o da paso libre, y ahí será el deseo de amar.
Quererse es la clave para estar en lo cierto, de que alguna vez el pesar se irá. Y no es con ira que eliminaremos lo incierto, es verdad que lo que baja estará.
Se hará presente aunque no lo busquemos, airear y dejar que decante es la forma de dar. El que teme al futuro es porque el miedo lo domina y no deja que se estanque otra forma de sentir y aprenderse a brindar.