jueves, 22 de abril de 2010

La ansiedad, el mal de los tiempos que corren

La ansiedad es un estímulo magnificado que se instala en el cuerpo y convierte las sensaciones en recargas involuntarias de 220. Voltaje que se traslada a la velocidad que pretendemos que vayan los hechos cuando éste, el tiempo, la acción, la resultante, se burla de nosotros en la cara al ir al ritmo que la situación propone.

El ansioso se pierde la minucia, la nimiedad, el detalle, porque está ocupado en vivir el futuro en el presente, y no sabe qué hacer con ese espacio de línea temporal entre lo que ya está queriendo saber y lo que tiene ahora.

La ansiedad carcome los nervios y hace que el disfrute quede en stand by hasta que aflojemos con la voracidad de pretender ver más allá de las narices, o de lo alcanzable, mejor. Se recomienda desistir en la actitud, en la medida de lo posible, y ver qué depara el destino.

Por más que no se crea en él –el destino- hacer el entrenamiento de no saber qué pasará las horas venideras, y no entrar en caos, suele ser un buen comienzo para lograr deponer las armas. Armar un mundo de un granito de arena no suele ser aconsejable.

El ansioso corre detrás de un sinsentido que cree inminente, y se precipita a la vertiginosidad incesante de no poder comprender realmente lo que pasa porque está preocupado por lo que pasará.

Ser ansioso es llevar un ancla, un lastre, colgado de la sien sin haber tomado conciencia de eso y, por ende, sentirse insatisfecho con lo realizado, aún logrando las cosas que buscamos, tan sólo porque se sucede a cuentagotas y no estamos dispuestos a soportar que no vaya a la velocidad que quisiéramos.

La ansiedad es un trastorno, un trastoque, un impedimento mental que nos hace dar vueltas sobre un mismo tema, querer comernos la cola como los perros, y siempre se termina maldiciendo al mundo por no ser como querríamos, cuando lo que tendríamos que hacer es concentrar esas energías desperdiciadas para alcanzar el objetivo propuesto.


Fragmento de "Así habló Zaratustra"
de Friedrich Nietzsche

Del camino del creador

Pero ¿tú quieres recorrer el camino de tu tribulación, que es el camino hacia ti mismo? ¡Muéstrame entonces tu derecho y tu fuerza para hacerlo!

¿Eres tú una nueva fuerza y un nuevo derecho? ¿Un primer movimiento? ¿Una rueda que se mueve por sí misma? ¿Puedes forzar incluso a las estrellas a que giren a tu alrededor?

¡Ay, existe tanta ansia de elevarse! ¡Existen tantas convulsiones de los ambiciosos! ¡Muéstrame que tú no eres un ansioso ni un ambicioso!

Ay, existen tantos grandes pensamientos que no hacen más que lo que el fuelle: inflan y producen un vacío aún mayor. ¿Libre te llamas a ti mismo? Quiero oír tu pensamiento dominante, y no que has escapado de un yugo.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...