domingo, 18 de abril de 2010

Los límites patrióticos

Lunes 5 de abril, 15 horas

Me dije que despejaría el marote cada 60 días. Y en ese tren estoy.
Sin rebuscársela, la vida es simple, no tiene más meollo que hacer avanzar, con realeza, verdaderamente, lo que andemos deseando.
Estoy a orillas del río Paraná. Sobre el monumento España, en Rosario.
El vértigo y la quietud, moverse en esos andariveles, es mi búsqueda constante. Incesante definidor de vertiginosidades, me reencauso tras cada paso preciso. Ah, si lo preciso.
Ya tener verde enfrente aquieta la mente. Estuve trabajando y ahora reposando. En 2 horas sale el micro de vuelta.

Los límites

Uno se da a conocer como puede y le sale. Y a medida que crece se va dando cuenta cuáles son los límites, propios y de las personas con las que entablamos vínculo, principalmente en el sentido de trabas culturales, o de enseñanza, o aprendizaje mejor dicho.
Dar y darse con los límites, encontrarse cara a cara con los impedimentos emocionales requiere un esfuerzo y una resistencia grande a los sinsabores de la vida.

Es disponer de varios caballos de fuerza y buscar estirar las paredes de posibilidades, hacer chicle el tiempo, y que entren las alternativas que se pretenden.

Dar con los límites ajenos implica aceptar que el otro complementa el espejo de nuestra conciencia, y no siempre se debe seguir la convicción de que el interlocutor entienda lo que queremos vislumbrar. Ni siquiera que oiga. Apenas nos animemos a verlo, se extenderán las barreras de la percepción personal para dilatar la extensión y darle luz a la sombra.

No más de cara al río. De frente con decisión y autonomía.

Dale que ya te vas. En el micro. ¿Conflicto en puerta? Es el que se muestra opuesto a lo que uno quiere dejar ser. Lo vi mal. Y me valoro más de la cuenta, por lo que dejo patente el instante en que me jodió lo que procesó. Vivir pendiente del otro no es lo que quiero, para mi y para el resto de seres que me rodean.

Crecer implica creer que lo que pensamos e hilvanamos es el camino certero de satisfacción.
No voy a dejar que nada ni nadie impida el paso y libre circulación de mis sensaciones y a riesgo de parecer cargoso, voy a dejar que surja lo que tiene que aparecer. El resto va a distender, sin pretender otra cosa que expresarme claro y conciso.

Bueno, parte. Y yo voy a entrar en acción al llegar. Los efectos distractivos los dejo de lado y voy a ver qué sucede en mi plena satisfacción. La distracción cuando corresponde.

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