Vivir o concebir la vida en comunidad no es algo tirado de los pelos, partiendo de la base que comunidad significa lograr o alcanzar una unidad común. Contemplar la vida comunitaria implica aceptar que el punto de unión, el factor que aúna a los allí presentes, debe ser lo que movilice a los integrantes, algo conjunto que los haga tirar para un mismo lado.

Un sistema comunitario pretende y exige aceptar que no hay idea preconcebida mejor o más conducente que la que se logra en interacción conjunta. Es por eso que todo aquel que trae una (búsqueda de) situación precocida desde su individualismo galopante, en una comunidad pronto será rechazado y puesto a reflexionar.
El accionar y buen funcionamiento de una comunidad toma vida más allá de los integrantes de la misma y le da sentido e identidad a las vidas de cada individuo que la conforma.
Habitar en comunidad nunca es una imposición, más bien se acerca a un logro común, alcanzado por aquellos que se fijan una clara intencionalidad y arremeten con sus fuerzas mancomunadas por ello.
En una comunidad, los mecanismos eyectores de aquello que le hace daño al conjunto deben estar entrenados y pulidos.
Una comunidad debe tener diálogo, sentido de realización grupal, pero por sobre todo, un objetivo en común que persigan cada uno de los allí vinculados, para no perder el norte y conducirse, aún sin decirlo constantemente, hacia un mismo rumbo.
