lunes, 26 de abril de 2010

Pueblo chico, sobreinformación grande

Recorrer el país y conocer la vida de pueblo ayuda a comprender, a menor escala, cómo se comportan las personas en su hábitat social. La gente de pueblo tiene patrones en común. Y las ciudades no son más que un cúmulo mayor de personas, agolpadas con –supuestamente- mejores condiciones de vida.

En los pueblos, como en todos lados, la información sobre otros y el afuera es lo que los hace conocedores. Y eso, estar informado, aparentemente, los convierte en gente con poder.

Ahora, se informan sólo con la televisión prendida, las 24 horas casi, y con el chusmerío del boca en boca de lo que pasa entre su gente. No debería ser suficiente, porque la TV muestra una realidad distorsionada, y la gente de pueblo parece interesarse en demasía por lo que hacen los otros. Les falta la cuestión cultural en la cual concentrarse y no darle tanta bola al qué dirán. Es por eso que se termina convirtiendo en un puterío o un infierno el lugar. Por obra y gracia de ellos mismos.

Un cine, Internet, un libro, el teatro, son formas de salirse de uno sin necesidad de hablar mal del otro. Ahí reside una de las claves del bienestar. En no prestar tanta atención al otro ni al qué dirán de uno. Concentrarse en lo que se quiere e ir por ello sin importar nada más que el propio objetivo. Siempre que no afecte a terceros, claro está, porque sino ahí el ciclo vuelve a recaer en el otro.

Al hablar con los pueblerinos, ellos suelen adjudicar el interés extremo por lo que hacen o dejan de hacer los otros en que no tienen temas de sumo interés a lo largo del día. Por ende, se concentran en el afuera. Se los informa un periodista desde un noticiero, o gestan ellos el propio informativo con vecinos que aprenden a saber qué pasa en los alrededores de sus casas.


La existencia de la cultura en la vida ciudadana aporta ese dejar de pensarse y poder meterse en el arte que otro está sabiendo transmitir. La falta de ella –la cultura- hace que las personas vivan lo que reciben por boca de terceros como sumamente relevante, cuando en realidad es una tergiversación producto de la subjetividad de cada cual. Mera opinión catalogada como información. Eso no es poder, es chusmerío sinsentido llevado a un plano de importancia que no es tal.

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