La religión puede no interesarme como tal, en lo que a práctica se refiere, pero entiendo que es un determinante central de la política internacional de los pueblos, un marcador de la temperatura y los humores sociales.
La visita del Papa al foco del conflicto, donde convergen tres de las religiones más representativas del mundo político actual -la cristiana, musulmana y judía- es un dato relevante.
Aclaro, digo político porque en término de cantidad de fieles, creyentes y/o seguidores -fans, que le dicen- el hinduismo, el budismo y otras tantas minorías superan a la judaica, pero Israel desde 1946 se instaló en el foco del conflicto, la TIERRA, el Territorio.
EE.UU. y China son los países que, al menos por el siglo venidero, dominarán el escenario político mundial. Porque la economía, su cantidad de población y predominancia en los mercados, lo determina. En estos países ni el islamismo ni el judaismo son significativos.
En Asia, foco del conflicto de etnias del planeta, predomina el budismo, y luego le siguen los musulmanes, y los hinduistas en forma más concentrada. El principal enfrentamiento a sortear hoy en día, si se quiere alcanzar un proceso de paz (¿es esto posible?), es entre los defensores de la Torá y los del Corán, los radicalizados. Y el símbolo es esa porción de tierra que queda comprendida en Medio Oriente.
Israelíes y palestinos ya derramaron mucha sangre para querer seguir por esa vía. Y un acercamiento del Papa, por más que no sea de la simpatía de muchos cristianos latinoamericanos, puede ser un acuerdo de partes.
Soñar no cuesta tanto...