Ante la falta de espacios de propuestas, e incluso de debate, sobre políticas constructivas para cada distrito al que, supuestamente, debería representar cada candidato a legislador, diputado, senador o cuanto cargo legislativo ande suelto por ahí, se elige la agresión al rival de turno. Que vista la rapidez de los acontecimientos, luego puede ser aliado ocasional o pata necesaria para sostener un partido o idea de progreso posible.
10% del padrón se estima que son los votantes "permeables" a la comunicación política 2.0.
(Clarín, 11/05/09)
(Clarín, 11/05/09)
Cuestión que tras mostrar premeditadamente algunos afiches anónimos, de golpe bajo o agresión premeditada, en más de la mitad de la página del Gran Diario, se despacha con una editorial tecnológica titulada “Una guerra por dominios de Internet”. Ocurre que lo que llama guerra es un intrascendente papeleo burocrático de Cancillería por registrar dominios .com.ar con nombres de candidatos, a favor y en contra.
Así como, parece ser, el oficialismo libra la “madre de todas las batallas” en la provincia de Buenos Aires, la verdadera guerra en el cyberespacio está desatada en la capacidad de generar y sostener a líderes de opinión, que sean seguidos por la mayor cantidad de personas. Como en política, el número de aliados y votantes es lo que determina el resultado.
La verdadera madre de todas las batallas, al menos en la virtualidad y cercanía lograda por Internet, está librada a través de las redes sociales, en los lazos íntimos posibles de transmisión de mensaje que logre el comunicador del momento con su “fan”.
Fan, seguidor, interesado, persona atraída por nuestros escritos o palabras. Potencial consumidor de lo que logremos plasmar en producto o servicio.
He ahí el campo de batalla comunicacional en todo caso. Ya sea para campañas sucias, limpias o con tintes de sospecha.
Cada cual lleva agua para su molino.
El punto está en contar los garbanzos uno por uno al día siguiente.
Spot de campaña de Unión PRO, mayo 2009