jueves, 7 de octubre de 2010

Proyecscrito III: mensaje divino

No falta la desorganizada, que escribe todo en papelitos, cuenta Romina, sin tapujos. Cuaderno ordenado, nuevo, prolijito. Empezar de cero le conviene a algunos. Otros están en distintas etapas del crecimiento personal. Del desarrollo interno. Orientación, lo llama Cameron.
Forma poderosa de oración y meditación, con uno mismo, ¿con la esencia? Tal vez no es para tanto en algunos casos, pero la escritura es la base de comunicación con uno mismo, esa idea no me la puedo sacar de la cabeza. Es una visión muy poderosa, llena de entusiasmo y vitalidad. Hay que dejar de pensarse a sí mismo, es ahí cuando se logra la conexión con el ser superior. El de cada uno. Y cada cual se concibe como crea y quiera.

Hay cada uno que recién se da a conocer y ya no los trago. Las fichas les saltan. Uno después de cada participación de Barba, asiente con la cabeza, en señal de aprobación. Y a otro no lo conforma nada. Sobre el final de la sesión se dignó a esbozar un "eso sí, eh", despectivo y lleno de rezongo. Como encontrando una en un millón que hubo, donde la intervención de cada paciente de este reino del intercambio fue fructífera. Depende de la apertura de cada cual si se ve o no esa diversidad de criterios. Me voy haciendo fuerte a medida que avanzo en ese creer.



¿Alguien nos dicta realmente lo que poner? ¿Es tan mágica la cosa? La expresión libre, adaptada a la vida misma, es la base de la inteligencia. El andar dudando continuamente es lo que nos provoca malas sensaciones. Si nos diéramos más libertad de interpretación de la variedad que se ofrece ante nuestros ojos creo que todos seríamos algo más felices.
Prestar atención a lo que te dictan. ESCRIBIR ESCUCHANDO, fue la consigna del día. Hay que lograr serse cruel, obligarse, pero con buena onda siempre. Nada de rigideces perfeccionistas que a nada conducen. Si logramos deshacernos del dramatismo que provoca la hoja en blanco de cada proyecto que emprendemos, todo fluirá más.

Abrir caminos tiene su costo, pero nunca mayor que el beneficio. Esa es la ecuación. Al vencer el dramatismo, se elimina la superstición, y ahí nadie nos para. El mundo es nuestro, porque nos permite hacer la vida más llevadera.
Todo provoca la escritura. O el taller de escritura, diría. Ese grupo de gente que se reúne para charlar de sus penas y glorias.
Escribir es descender hasta la página, no elevar el pensamiento. Escribir como si dios, o el diablo -a gusto del lector- te estuvieran dictando inefables palabras. Frases de este color surgen en los encuentros. Da ganas de salir disparado al mundo después de estas reuniones sociales. Una verdadera revolución mental. De esas que dejan cola. Tela para cortar.
Ya observé a una chica que me enterneció, Después se pasó de boluda. Así soy, rutilante. ¿Eso se podrá devolver en el supermercado? Compré de más, creo, por momentos.
Otros estoy más seguro y me permito la crueldad conmigo mismo. Incluso el humor. Ahora no, estoy acometido a una noble causa. La de escribir. La de ser como soy. Algunos personajes parecen estar puestos, de fantasía son.

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