jueves, 26 de agosto de 2010

Las paces

Hacer las paces con el mundo y el entorno es un acto que lleva tiempo, dedicación, perseverancia y una actitud positiva y de aceptación en gran medida.

Hacer las paces implica entender que no hay enemigos que se opongan a nuestra realización más que los fantasmas personales que no nos dejan ver lo cobijante que puede ser el afuera cuando por dentro estamos en armonía y fluyendo, no según lo que pretendemos que sea, sino como el exterior nos muestra que circula la energía.

Hacer las paces es entender que hay que abocarse a leer las circunstancias que se nos ofrecen sin mayores resistencias, dándole la bienvenida a lo que se ofrece y permitiendo que circule sin obturaciones. Generalmente imaginarias, las mismas.

También vale comprender que no todo se presenta color de rosa, y por más optimismo que se tenga se harán presentes obstáculos inevitables y esperables, sólo que en paz con lo que nos rodea podremos actuar de modo tal que dejemos fluir el evento que se hace carne en formato problema y que avizora su solución inminente.

Haciendo las paces con el mundo es el único modo de comprender que el sistema problema/solución no es dañino, sino productivo y nos conduce a la boca del túnel para ver la luz al final del camino. Y luego volveremos a atravesar túneles y dilemas, de la talla que estemos dispuestos a hacerle frente en esta nueva oportunidad, porque de eso se trata el proceso de crecimiento.


En paz, lo oscuro se tiñe de lumínico, lo que era grande e irresoluble se desintegra en partes y pasos a dar, concretos, constantes, plenos de enseñanzas para nuestro aprendizaje, y aún así no nos sacan de la paz con la que, sabemos, podemos y debemos abordarlos. Es ni más ni menos que lo que nos toca en suerte.
Haciendo las paces, la suerte es un hecho que está de nuestro lado, porque siempre estamos favorecidos por la dicha de estar donde tenemos que estar.

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