lunes, 9 de agosto de 2010

Del dicho al hecho, a lo largo del trecho

De tarde, del lunes. El río Pulqui, y como se llame. El relajo de estar para los adentros se alcanza cuando el afuera y el interior son parte del mismo juego de aceptación.
¿Creer que se tiene la verdad? Apenas dejarse llevar por el estímulo, que si no es opuesto brilla por apuesto.

Me salgo de la supremacía del que calla otorga, y el que puede invita. Sólo el que se abre al sinfín de aventuras posibles, y no la tejida individualmente, sino el resonar, el devenir grupal, es quien está en eje con la vibración del universo.
Porque todos somos uno y uno somos todos, no hay separación posible entre yo y lo que se desprende por extensión de mi, mismo la energía que provoca tu presencia ahí, por más silenciosa y, a veces, invisible, está allí, y nos lleva y promueve a pronunciarnos.


Lo que pasa dentro de cada cual, nadie lo sabe hasta que nos abrimos y buscamos sacar lo propio y del otro que está más a mano, a flote.
Porque el diálogo al final es eso, una sucesión de pensamientos tejidos con la única necesidad de hacernos partícipes mutuamente de lo producido.

Los instantes ocurren, y saber que uno busca menos de lo que encuentra es crucial para saberse promotor exclusivo de su sabor y aroma, su fluidez y dejadez para aprender a vivir como deseamos. Porque lo deseamos, y cómo para que se consume en la realidad sin filtro de canalizar por la mente lo que se plasma en cuerpo y se hace ACCIÓN.

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