
De la mano dura de su líder Hu Jintao, China llegará en breve a ser la segunda economía mundial, dejando atrás a Japón, y agazapada a la espera de la debacle estadounidense, sistema hegemónico desde hace décadas. El producto bruto norteamericano es un cuarto del total mundial. Sigue siendo la principal potencia mundial, en términos militares, y tocada en su economía más interna.
Brasil, por su parte, se dedica a enriquecer sus arcas producto de los hallazgos petrolíferos crecientes y la actitud de liderazgo confiable y humanista que está construyendo Luiz Inacio Lula da Silva.
Al no fomentar el proteccionismo –la activación de los aparatos del Estado para ayudar a disminuir las deudas a bancos, empresas y habitantes, en ese orden- como salida de la crisis, Lula se ubica a la derecha de Obama y atrae a su par Jintao, que se reserva el derecho de admisión en términos de derechos humanos, pero puja con su incansable batallón de productores, que ponen a China y al Yen a la cabeza en las perspectivas de crecimiento.
