martes, 5 de julio de 2011

El qué querés, me explico

Lo que decís querer y no te acometés es que no lo querías verdaderamente tanto.
El sobreestímulo nos hace creer que en el deseo ferviente está la consecución, pero hay un paso más donde se torna inevitable adentrarse. Querer algo suele ser entendido como el amor que uno es capaz de prodigar, cuando no es más que la punta del ovillo del meollo de amar algo o a alguien.


El amor implica cuidado, afirmación de ese querer, mantenerlo en el tiempo para familiarizarse, entrar en confianza con el objeto o sujeto en cuestión y poder desprender ese amor en forma de actos, concretos, que posibilitan que ese querer se reproduzca y dé a luz nuevos quereres que pasaron por el tamiz del conocimiento de consecución de ese querer inicial y que dieron cabida al amor en su plenitud.

El querer es activo, esa es la manera más sana de canalizar ese brote de manifestación de deseo, de pasión por ese hacer, o ese ser, que hace que algo se nos despierte por sobre las demás cosas que se podría estar haciendo en ese momento.

¿Sabés que podés ser lo que quieras? Y ahí reside el temor mayor del frente que implica hacerlo. ¿Sabés qué podés ser?
Derecho y parejo. ¿Qué figura de autoridad te oprime? Porque de no ser así tenés muchos niños internos que convocar al juego. De compartir y expresar su aroma de conquista, una visita provista de cicatrizaciones, el quintoelemento que se manifiesta.

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