miércoles, 9 de febrero de 2011

Polos armónicos

Tras haber entrado a las aguas termales medicinales más calientes que conocí, con contraste de agua helada en otro piletón.
Estoy flotando sentado en una silla junto a un altar indígena.

El amor vence al rencor por goleada. Un cuadro reza: “la venganza duerme en la hoja de coca, y se despierta en la sangre del invasor”.
Bajo la perspectiva zen, no hay invadidos ni vencedores, hay un constante vaivén entre polos de perspectiva, sin aferrarse a ninguno más que lo necesario para unir y relatar las partes.
El yin y el yan no son completos sin su complemento motor de dicotomía y enfrentamiento.
Porque el ser humano necesita de contrastes para asimilar conocimiento.

El equilibrio es el estado indisoluble que se acerca a la sensación de armonía corporal, física, de tono, de maduración junto al cosmos, pegados a ese ir y venir bamboleante que nos hace descubrir eventos, causalidades, oportunidades. Ver deidades donde hay beleidades. Hallazgos de cuerpo y alma que trascienden nuestro hervor sanguíneo, que nuclean la servicial circunstancia de reflejarse en los extremos para volver a posición.

Zazen. En armonía con lo que se eleva y nos deja divisar intersticios recónditos de consumación. Divino. Ancestral. Sagrado. Mismas formas de denominar la conexión con el más acá, allá, en la altura de la entrega de la mente al escenario de la acción.
Acción quieta, serena, desperdigada en las células, recovecos membranales, músculos en relajo, y ensueño dado por el acomodamiento de los órganos en el interior.

Viaje interno, al corazón, al centro del reconocimiento.
Todo lo que ocurre es natural, uno lo degrada al creerlo cultura, pero es la quinta esencia manifestada en el espacio –con Pink Floyd de fondo- saber que la Naturaleza prima en consonancia con la expresión personal.
La persona saca a relucir su esquema de capacidades, de relacionar.

Buen corto sobre los esquemas de aceptación de un individuo en su vida diaria:

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