Este post salió hacerlo como forma de compartir energías con Matías Puricelli, joven y promisorio director teatral y gran tipo, que todos los martes publica en su Facebook una columna de observación callejera, y teniendo un tema en común en la cabeza me surgió escribir esto:
Compartir es unir mundos. Pienso en ese término que mancomuna y acerca la realidad perceptible de cada persona, y me surge y aflora un sinfín de imágenes cuyo punto en común es su ramificación donde ciertas vertientes de ese árbol genial-lógico son puntos en común, intersecciones que más de uno tiene de alianza con otros individuos. Intereses compartidos, puntos de unión.Compartir es el principio de la amistad, el compañerismo llevado a la patología del botón interneteano que te invita a hacer partícipe de aquello que te gustó a todo aquel que se cruce en tu universo.
El universo es el mismo para todos pero el compartir alimenta la idea de que se está convidando un poco del tuyo y eso acerca a la creencia de que estamos (más) unidos.
Uni Dos. El acto de compartir es una invitación, un acercamiento, un momento en que sabemos en hechos que la unión hace la fuerza, y por ende nos hacemos más fuertes cada vez que abrimos ese juego. En ese tren, el compartir podría ser considerado un combustible biodegradable, aunque más que degradar, agrada, y da paso a la realización de logros mayores, que ni siquiera dimensionamos que podían llevarse a cabo hasta tanto decidimos compartir lo que teníamos para mostrar.
Y esto le salió a él:

Muchas personas con las que compartí el patio de este colegio son también con las que comparto el patio y la terraza de mi casa Fran, Juan, Nico, y aún en lo esporádico, otros tanto más.
Si hay algo que me gusta de mi casa es lo mucho que se parece al patio de este colegio.
Vivir como en un recreo. Recrear. Crear de nuevo. Crear mucho. Jugar. ¿Cinco minutos cada dos horas? ¿Quince cada cuatro? ¿De verdad?
Gracias Matías por coparte con la propuesta. Nada puede salir mal si uno comparte. Es parte.