
Un campamento donde puedo arruinar todo con mi proceder. Un símil tío que acusa de aquello que no me pertenece, y dale que va.
El punto es descubrir la propia limitación, hacerle un ritual celebratorio sin temor y seguir adelante.
Los fantasmas se disipan con la acción. Están para entretener y no hacen daño.
Porque en verdad, no existen. No existís.