jueves, 10 de noviembre de 2011

Mi remanso

Cenando de lujo en un restaurant de Esquel. Grata ciudad, me entra bien, me cobija. Buena predisposición.
Hacer las cosas solo tiene sus bemoles pero al acostumbrarse es más suelto de cuerpo que uno se desenvuelve. La compañía implica tener que entender al otro, a sabiendas de que cada cual capta lo que quiere y puede.
Me siento un ser libre de culpa y cargo.
Me pedí un vinito, Viñas riojanas, y una pizza mitad Napo, mitad muzza. Ya vendrá.

Hablé con mi gente en la ciudad, y con Seba que está en El Bolsón. Meditaré si quiero ir. Hay tiempo.
Suena Yesterday, me relajo en las intenciones. Soy feliz con poco, tengo que tenerlo presente. Gente bien querida, relaciones de las sanas, sin esperar más de lo que se puede.
Con mente quieta el despeje es total. Todo llega para alinearse a lo que se brinda. Perdón, ¡salud! A mí mismo. Al deseo de progresar sin ponerme tantos obstáculos innecesarios. Se va dando. Esto se almacena en algún lado y lo considero. Placer, puro.

Soy hombre de abundancias. Me reconozco en ese punto. Y me rodearé de lo que se asume como tal.
Mañana buscaré mi polar en el bar de Moli. Veré de bajar fotos en algún Cyber equipado y luego el pasaje, a donde sea que sea.
El lujo, la sensación de que al desearlo y proyectarlo lo que se busca abunda, son características que me acompañan desde la esencia. De allí en adelante todo está por encontrarse y vislumbrarse. Se valora haber llegado a esta sensación. Muchas veces es una carga que se lleva. En paz y bien leído no puede tener punto negativo.


Abundancia. Todo está para ser ofrecido. Y recibido.
¿Qué prioridad le asigno a las cosas? Si el sexo predomina, todo se opaca con ese cristal al no esta.r
El punto es no poner en primer lugar nada por sobre el resto. Todo mancomunado. Primero conocerse para después ahondar en las excentricidades del mutuo conocimiento.
Miento si digo que solo no estoy más en paz conmigo. Y tambiénb si no quiero recibir el amor del otro sin condicionamiento alguno.
El país es basto y grande. Donde quiera me cobija. Hay que tener plata para facilitar la movilidad y listo, el resto llega.

Lleno. En el amplio sentido. Con nuevos horizontes por delante. Queriendo tener claro a lo que aspiro para poder dar con ello. Lo que quiera. No más sufrimiento injustificado sería una buena premisa.
“Falta eh. Un empujoncito más”, me clavó el mozo que parece Marcos Mustok, con tiradores y camisa desabrochada por la mitad. Un ser de pueblo. Eso quier ser antes que un enajenado de ciudad.
Cuando esté ensimismado en mi persona, tengo que recordar y recurrir a estos menesteres. Cómo puedo sentir placer con cosas tan ínfimas como un buen comer. Estar presente sin consternaciones autoinventadas.

El gusto está en lo simple. Si me encuentro rebuscándola no estoy en la mira indicada. La ciudad también puede simplificarse.
¿A qué me dedico? ¿Autocomplacencia? Sí. De la buena. No más castigos por algo que no hice ni armé.
La vida está para ser atravesada sin pesar. Cada hecho se disfruta y agradece. ¿Quién lo ofrece? ¿Qué mejor que lo abundante para hacerlo patente y displicente?
Sin esperar nada a cambio. Lo clave, sin querer cambiar a nadie.
Así se mostró. Tirar puntas. ¿Quién estará dispuesto a acompañarme por el resto de mi vida? Es difícil de encontrar, por definición del hecho. Con sólo incentivar a pensar en algo inmediato pero no concreto, que se vaya dando con el tiempo es un montón de cosas.

20-1-08, Esquel, Chubut, Argentina.


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