No me protejo de vos. No me protejo más de
lo que está destinado a ser.
Te muestro y dejo ser lo que soy. Como soy. Como sale. Sí, ya sé, a veces me propaso. Es más bien cuando me voy del acá para proyectarnos allá. Pero ya lo sabré sofrenar. O no. Soy así. Y ya.
Te muestro y dejo ser lo que soy. Como soy. Como sale. Sí, ya sé, a veces me propaso. Es más bien cuando me voy del acá para proyectarnos allá. Pero ya lo sabré sofrenar. O no. Soy así. Y ya.
Ahora, a esta altura del partido, no pienso
tomar la bandera del que dice no extrañar. ¿Cómo podés no extrañar a la persona
que amás?
Porque en algún sentido hay que entregarse.
Reposar en que una persona, y no cualquiera, la que amás, sabrá cómo llevar el
barco cuando se salga de rumbo, y que siempre habrá un lugar para descansar,
entre las tempestades de lo cotidiano. En el regazo de mi amada. Ahí donde sus
manos hablan y dan el calor necesario para sanar. Para curar el alma herida.
Para eso nos juntamos con personas. Para lograr ser. De una vez.
El entorno, esa circunstancia que cambia, y
se adapta; y las células del cuerpo reciben el estímulo, del entorno, que muta
y transmuta, que regenera y degenera.